mimetizado en las arrugas del viejo muro.
Escondido soy inerte oportunista que al azar espero,
apartado del vaiven de la frenética urbe.
En otros casos nos enojamos, gritamos, pataleamos... pero finalmente el blanco de nuestra ira somos nosotros mismos.
A veces observamos, pensamos y callamos.
Cuando nadie lo espera… irremediablemente surge la picaresca.